7 de agosto de 2015

Tazas y diablos

Me enfrento hoy con la hoja en blanco y este título, que como yo, está lleno de cosas locas y no tanto.
¿Por qué tazas? Porque hasta no hace mucho tuve una taza casi para cada sorbo de café que me regalaba y otra para el té de la noche que aparecía cuando las demás ya estaban cansadas.
¿Por qué diablos? Porque cuando sin querer rompí la última taza recordé el día que rompí la primera y bastó ese instante, ese sutil destello para que aparecieran ante mí en sucesión incansable toda la sarta de diablos que después supe eran los invasores de mi espacio.
Podría decir que el golpe seco que hicieron mis baluartes cerró un ciclo y al encapsular un tiempo muy preciso se me brindó la oportunidad de verme recorriendo un camino rico, lleno de opciones y aristas, en el que por momentos y cual Quijote luché contra molinos de viento durante largos diálogos de los que ahora doy cuenta estaban desde el comienzo “mortalmente fusilados”.
Y al fin, entre mis tazas y “mis y no tanto diablos” logré entender que se puede jalar un caballo hasta el agua pero nadie lo puede obligar a tomarla.

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