Me enfrento hoy con la hoja en blanco y este título, que
como yo, está lleno de cosas locas y no tanto.
¿Por qué tazas? Porque hasta no hace mucho tuve una taza
casi para cada sorbo de café que me regalaba y otra para el té de la noche que
aparecía cuando las demás ya estaban cansadas.
¿Por qué diablos? Porque cuando sin querer rompí la
última taza recordé el día que rompí la primera y bastó ese instante, ese sutil
destello para que aparecieran ante mí en sucesión incansable toda la sarta de
diablos que después supe eran los invasores de mi espacio.
Podría decir que el golpe seco que hicieron mis baluartes
cerró un ciclo y al encapsular un tiempo muy preciso se me brindó la
oportunidad de verme recorriendo un camino rico, lleno de opciones y aristas,
en el que por momentos y cual Quijote luché contra molinos de viento durante
largos diálogos de los que ahora doy cuenta estaban desde el comienzo “mortalmente
fusilados”.
Y al fin, entre mis tazas y “mis y no tanto diablos”
logré entender que se puede jalar un caballo hasta el agua pero nadie lo puede
obligar a tomarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario