8 de enero de 2015

Placebos

Hoy se me ocurrió que para los dolores del cuerpo hay mil soluciones pero para los del alma no hay remedio alguno en las farmacias.
También he dicho que ni más millones de los que pueda contar surtirían el efecto mágico de evaporar lo que siento o de hacer desaparecer lo que veo. Hasta podría decir que los miraría con el mismo desconcierto que mira un libro un analfabeto.
Y es que la vida duele cuando se hace carne en el alma, cuando de la ignorancia uno pasa a “darse cuenta” de que ella es toda miradas risueñas, recodos y una infinita sorpresa de imperceptibles modos.
Alguna vez la comparé con el agua del río y siento que no me equivoqué. Fluir con ella ha sido y es maravilloso, aunque debo reconocerle la fuerza cuando las veces que le hice frente como una roca obstinada y para hacerla caber en mis planes quise desviarla, ella me fue desgastando hasta convertirme en un espeso y frustrado fango en donde sin remedio se hundieron las ruedas de mi carro.
Por eso sé que no hay nada más duro que el viaje hacia adentro, no existe dolor en el cuerpo capaz de superar el desgarro interno y para calmarlo no hay remedio ni placebo en todo el universo, sólo la conciencia de saberse lágrima y diluirse en su océano.

1 comentario:

Mercedes Castaño dijo...

Excelente descripción!! Maravilloso tu decir, cómo siempre. Me encanta.