Hace rato que me vengo entreverando y no logro salir del
laberinto que cosió deliberadamente mi diablo. Hilos y más hilos voy sorteando
pero el tranco se hace pesado aunque mi dios me lleve de la mano.
Llegar al centro es lo único que me salva de meter los
pies en el barro y como ya no sé si son mis tripas las que cantan o es el
perverso parloteo interno lo que escucho, dejo todo para cuando salga.
Mis manos y mi voz tiemblan, como me dijeron que temblaba
mi alma. Busqué una explicación para tan ilógica aseveración pero a esta altura
huelga toda tertulia con mi interior.
Enredada entre las telas que teje mi araña voy hacia el
sol y nada más que por si alguien pregunta les digo de antemano que no tengo ni
idea de en dónde estoy.
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