30 de marzo de 2015

Caja

En el altillo de mi vida una caja llena de caras y nombres pero vacía de letras vive guardada a la sombra sobre un puñado de mi yesca esperando que una chispa la prenda y la haga desaparecer para siempre de mi senda.
Esa caja maldita, que al verla nada dice, ronda sin pudores mi espacio y se regodea entorpeciendo mi paso mientras su perfume lascivo me sigue a todos lados.
No es ni cerca una caja de Pandora, porque a medida que enlentezco mis pasos se suman diablos que se ríen de mis náuseas y que me son imposibles de ignorar porque sé que están aunque no los pueda precisar.
Esas sanguijuelas sin tino, que ni por asomo desestimo, han pisoteado mi tierra y jugado tanto conmigo que lograron enardecer hasta lo indecible mi espíritu al punto del desafío.
Hoy, con brazos abiertos y las manos llenas de lo cierto, espero el encuentro para encender la yesca y convertir en cenizas a todo aquel que con su solo pensamiento osó entrar en mi huerto con la intención de llevarse mi pienso y cosechar los frutos de mi esfuerzo.

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