24 de mayo de 2012

Piedritas en el zapato

En este último tiempo camina raro, ya no va tan resuelta por la calle ni se escucha el taconeo de sus pasos. Parece que algo se le ha metido en los zapatos.
Dispuesta a acabar con la molestia se sienta en el sillón y con parsimonia se descalza, vaciando el contenido de las botas sobre la mesa ratona. Lo mira, parece la playa de un mar que estuvo enojado y depositó lejos de su agua todo lo que encontró enterrado.
Ensimismada con la tarea que tiene por delante empieza a separar el desparramo haciendo pilas por tamaño, son muchas, más de lo que había imaginado, entonces no le queda otra que cruzarse de brazos y estudiar esos médanos, tratando de descifrarlos.
Los más grandes son los más molestos y los deja para el final. Empieza a desgranar los más pequeños tomándose su tiempo, y uno a uno los va deshaciendo hasta que no queda ni rastro entre sus dedos. Pero le quedan los otros, esos que le hacen difícil el andar, esos que apagan su taconeo y la hacen caminar raro en estos tiempos.
Se tira para atrás, se apoya en los almohadones y vuelve a cruzar los brazos sobre el pecho.

¡Hasta que en la mesa no quede sino la madera no se piensa volver a calzar!

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Si necesitáramos zapatos, hubiésemos nacido con pezuñas.