Extiende los brazos y toca la existencia de dos bandos, siente que el odio y el amor son uno, que atrás del sol se esconde la luna, que la oscuridad es el único modo de ver la luz, que la muerte le susurra a la vida en el oído, que la tristeza hace clara la felicidad, que el blanco deviene en negro, que la montaña se hace valle y que el sí es un no rotundo en un segundo.
Abre los ojos, sigue a oscuras en la habitación, siente que la alerta que aprendió en estos años la hace consciente del estado en el que está y cuando se ve llegando a uno de los lados, al instante tuerce y se va para el otro. Le cuesta trabajo, no es tan simple como parece, porque a veces, en el caos, es el golpe el que le avisa que llegó y queda atontada y algo desbarajustada y en la boca el gusto a miel y hiel le señala, sin asco, el fatídico resultado…
Extremos, orillas, contrapesos, siempre son dos y siempre es torcer al llegar, pero para volver a partir.
¿Y el equilibrio para vivir?
El equilibrio es ir y venir.
¿Y el precio para no morir?
El precio es no quedarse y seguir…
1 comentario:
El yin y el yan.
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