No es fácil volver después de tanto tiempo. No es fácil
enfrentar la imagen que me devuelven las letras. No es fácil la desnudez. No es
fácil lidiar con tantos considerandos así como no es fácil volver al ruedo, si
es que decido seguir andando.
Me he cuestionado mil veces este relatar rimando que
tanto amo y me he guardado, llamándome a silencio, como nunca antes lo había
hecho.
Tanto es lo he sentido y tanto lo que me ha pasado, y no
hablo en sentido figurado, que se mezclan en mis tripas desde seres que han
partido hasta situaciones de lo más variopintas que aclaro, algunas daban para
risa pero otras ni de lejos tanto.
En el medio de todo este enjambre sosegado han pasado
como una ráfaga los cincuenta no esperados que vinieron mezclados con algunas arrugas,
unas cuantas canas y varios kilos que me pesan más que a cualquier conciencia el
peor de los pecados.
Pero me voy apartar un poquito de lo externo para meterme
adentro. Digamos que siento en la boca el gusto dulce que tiene la certeza de
saber que no hay un lugar adonde llegar.
Digamos también que a pura conciencia me estoy alejando
de los altos precios que me ha cobrado la vida por andar por ahí desafinada mientras
me acerco a buen paso a la coherencia dichosa, que no es más que sincronizar el
hacer, el decir y el pensar con lo que sienten mis tripas, que no es poca cosa.
Y por último y para cerrar voy a sumarle a esos “nunca”
acerca de los cuales alguna vez escribí, todos los juicios, prejuicios,
creencias y mandatos que muchos debiéramos cuestionarnos porque, convengamos
señores, no sólo no nos llevan a ningún lado sino que no me caben dudas de que
es por ellos que estamos como estamos.
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