Antes que nada aconsejo a todo aquel que se pasea por mis
letras que no se tome literalmente todo lo que escribo porque estoy lejos de
las palabras, lejos de la moralina absurda de los conceptos y cerca de los
silencios.
Aclarado esto “confieso que he pecado” pero no se hagan
ilusiones, no voy a contar nada escabroso, sólo que estuve ladrándole al árbol
equivocado o tirándole piedras a un árbol sin frutos, como ustedes prefieran.
La cosa es que quise ayudar pero hete aquí que tras
varios intentos fallidos se me dio por abrir los ojos y grande fue mi sorpresa
cuando me vi a mí misma con el “tántrico quise” deslizándose cansado de entre mis
dedos y encima parada sobre terreno ajeno.
Hoy confieso que mi pecado fue la incoherencia y que los “si
hubiera” no cuentan.
Hoy la realidad me mostró el precio dolorosamente alto
que cobra la incoherencia.
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