27 de octubre de 2017

Partida en dos

Hace como un mes que venía rondando mi cintura un suave pero persistente dolor que recién ayer me mostró su furia y me obligó a detener la marcha para estudiar qué pasó.
Demás está decir que los tacos están arrumbados en un cajón, el café corre a raudales y por mi cara cruza una mueca con cada movimiento de mi pierna que evidencia la falta de tino al haber ignorado el dolor cuando todavía era una pequeña advertencia.
Por eso decidí quedarme quieta. Sé que todo sigue funcionando, sé que no hay nada más importante para mí que yo misma.
Hoy siento que el dolor en mi cadera no es más que la consecuencia de haberme puesto, sin darme cuenta, en posición de defensa cuando sé que sin dos no hay pelea.
Hoy, como nunca, el dolor me hizo entender que uno de los  inconvenientes del orgullo es que nos vuelve vulnerables al ataque. Por eso entiendo que ceder no es perder, ceder es dejar de lado el orgullo y retirarse para no tener que juntar los pedazos después.

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