¿Por qué ahora?
¿Por qué?
Mira alrededor como mira un ciego, sin ver. Las escucha, ni mil manos le alcanzarían para taparles la boca y callarlas y ya no tiene fuerzas ni para rendirse ni para levantarse y echarlas.
Se le acercan las paredes, como si estuvieran construidas sobre rieles; y las sombras se ciernen sobre su cabeza agregándole un martirio más a su sufrimiento.
Huir no es la respuesta porque la van a seguir adonde quiera que vaya. No, no va a huir. Está clavada en el piso, sobre su alfombra, con los brazos ceñidos a su estómago, hincada de rodillas y sin aliento para levantarse.
No hay nadie, está sola, con ellas… millones de ellas.
La desafían, insultando su inteligencia. La acorralan hace horas y no se van a ir, no tan fácil…
Ella sabe que la respuesta es no responder, pero el dolor no cesa y ella no puede correr. Necesita aire y con las paredes acercándose y sin puertas ni ventanas siente que la asfixian y entre lágrimas les grita que ya dejen de acuciarla.
Y mientras se derrumba, resuena en sus oídos la peor de las respuestas:
“Ésta vez no hay ventaja,
vas a tener que enfrentarlas”
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