28 de abril de 2011

Horizonte de montañas

Ella recibe un llamado, por el tono de voz del que llama sabe que se acerca a paso de gigante un colapso, y que el que llama lo hace para que Ella le explique lo que ve, a la distancia, porque los separan miles de kilómetros, casi tantos como los kilómetros que lo separan a él de sí mismo.
Escucha su voz, es la voz de la calma antes de la tormenta. Ella sabe, como si lo hubiera parido, que esas letras espaciadas y ese tono recto y sin inflexiones, son la consecuencia de estar parado justo en el borde del abismo, el lugar perfecto en donde ya no importa nada.
No hay necesidad de calmarlo, él no está nervioso, está paralizado, entonces Ella con suavidad lo va guiando, sabe que tiene que alejarlo de ahí.
Él la escucha, y trata de entenderla, pero Ella, mejor que nadie sabe que la experiencia es propia y no puede pasársela como una posta.
No es fácil dejar de alimentar la mente, y frenarla para él es imposible, porque es perversa y voraz y tiene un estómago imposible de llenar.
Lo ve cerca aún estando lejos, Ella es hábil leyendo letras calladas… porque aprendió que entrelíneas hay más sentido y sustancia que en las palabras.
Trata de hacerle ver que lo que le está pasando no es una sola cosa, porque un vaso no se llena con una gota, pero una sola logra desbordarlo.
Él ya encontró el resquicio y ese es el primer paso, Ella está feliz por su hallazgo pero sabe que le falta un trecho largo…

La exigencia es la búsqueda vana de la perfección y su hijo…
Su único hijo es el fracaso…

Para J.L.B

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Uff!!! Impresionante. Creo que lo mejor que te leí. El último párrafo solamente es un garrotazo. Me encantó.