4 de junio de 2012

Una simple manzana

Apoya lentamente los dedos en el teclado y los mira. Tiene las uñas blancas y las venas contraídas. Hace frío y llueve y hoy nada le calienta las manos.
Echa un vistazo a su alrededor y descubre que a sus pies descansan todo tipo de cadáveres de distintas calañas, son las frutas maduras que le están cayendo en la cabeza desde hace añares.
Observa que a algunas ya se las tragó la tierra y pasaron a formar parte de otra agenda, otras yacen ahí, semidesnudas, huesudas e impúdicas pero famélicas y definitivamente indeseables.
Hay más, recién caídas, algo estropeadas por el impacto pero todavía conservan el garbo y por fuera “parecen” intactas.
Ella está sentada como Buda pero no debajo de una higuera, sino debajo de un árbol atribulado, genéticamente manipulado y lleno de frutas de diferentes texturas y ¡ninguna le gusta! ni las que ya han caído ni las que todavía no maduran.
Hace lugar en la tierra que la rodea, limpia con las manos todo rastro de choque y trata de no respirar el olor nauseabundo del arrastre más absoluto.
Ya está, ahora puede ver que bajo su cuerpo no hay nada que ensucie el verde pasto que se alimentó de las primeras que aterrizaron y que ya casi olvidó.

Sonríe con picardía…
¡Y pensar que una simple y sencilla manzana bastaría!