Estoy enojada,
enojada con todo lo que pasa y de lo que creo yo no tengo que ver nada.
Mi blog reza “sin
dios y sin patria”, rezo por el que fui y soy cuestionada; no siento vergüenza
por ello, ni lástima. No sé lo que es la patria, siento que un himno y una
bandera no definen el límite en la tierra con una raya.
En cuanto a
dios, se dice que al negar algo se reconoce su existencia, pero yo no lo niego
ni lo afirmo, es más simple que eso, nunca lo vi y tampoco lo siento. Puede
estar o no pero yo acá no lo tengo.
Mi enojo tiene
tal vez algo que ver con los días y también con haberme metido en dimes y
diretes que no me correspondían, noticias puntualmente.
Tarde… siempre
resulta que es tarde. El diario no trae la información antes de que pase para
poder hacer algo, no, el diario me “anoticia” de lo que a todas luces me es inmanejable.
Porque no puede haber nada nuevo en noticias viejas y sólo me queda la preocupación,
la impotencia y la frustración que me genera la imposibilidad de actuar frente
a un hecho consumado.
Por eso decidí
volver a mí hoy, después de darme la cabeza contra la pared,
después de habérseme subido el corazón a la garganta un par de veces temiendo
que mis hijos, que están lejos, fueran los que estaba viendo tirados en el piso
o perdidos.
Y los precios
seguirán subiendo igual que el dólar, los puchos, la nafta y la comida; y
seguirán habiendo accidentes, muertes, políticos corruptos y guerras.
Entendí que no
hay cirugía para el pasado y que hablar de historia y citarla puede ser
entretenido pero no me lleva a ninguna parte y por ende no me sirve para nada.
Por eso
vuelvo, como hasta no hace mucho, a mi frasco, a mi centro y me sumerjo en lo
único que puedo cambiar y mejorar, que es a mí misma.
No sabré qué
ropa está de moda, quién murió ni dónde hubo un huracán. Pero voy a estar acá, justo
acá y sin más información que la que sienta mi corazón cuando te mire a los
ojos y te pregunte ¿cómo estás?