29 de agosto de 2013

Descripciones

Soy una señora. Una mezcla de Godiva, Jolie, Bovary y chica Almodóvar. En la cacerola hay una pizca de todas pero el guiso tiene gusto a “mí” sola.
No sigo una línea. Zigzagueo en la vida, con el “tal vez” instalado y el “nunca” mutado en sonrisa.
Hoy estoy, mañana no sé ¡Bah! Eso siempre fue así, pero por lo menos ya lo entendí.
A veces voy y a veces me llevo. Más voy, porque el me llevo es “debo” y de él trato de huir lo más que puedo.
Entendí esto de la acción sin acción, lo del efecto. Todavía me cuesta pero me tomo el tiempo, aunque a veces me llene de desespero.
Me gusta el negro. En el café, en el té, en los autos y en la ropa. Debe ser porque nací en la noche que el oscuro me llama, como me llaman el fuego, los caballos, las soledades y los silencios.
Soy rutinaria y me molesta el desorden, el propio, claro, porque el ajeno me tiene sin cuidado.
Perceptiva cuando tengo ganas, cuando estoy centrada.
Uno de mis tesoros son mis tiempos y porque son míos los uso, los dejo o los pierdo pero siempre por mí, en eso mi egoísmo es asqueroso.
El otro tesoro es mi paciencia, de ella huelga decir que no hay nada que haya probado que sea a la vez tan dulce y tan amargo.
También soy lenta, pero me salva esto de, en algunas cosas, no dar vueltas.
Llena de defectos que no sé si balanceo y que sí acepto. Pero porque entendí que es lapidario no hacerlo, como es lapidaria la estructura de la que carezco y que no me permitiría el cambio.
Trato en lo posible de mirarme en los demás como en un espejo, y reconozco que muchas veces me resulta doloroso.
Negocio y hago trueque. Soy cómplice y complaciente. Algo así como una planicie en pendiente.
Estoy, pero cuando me voy, desaparezco para siempre.
Mis manos hablan y dicen lo que mi alma. Algunas cosas escondidas a la vista son más que directas, es sólo cuestión de entenderlas. Pero nunca los susurros de mis dedos son conversaciones pendientes ¡eso jamás! Si tengo algo que decir lo digo sin rodeos y en ese momento no pienso. Si hay algo de lo que carezco es de la diplomacia en cuanto a lo que siento.
Yo no sé si es posible entenderme, pero suelo avisar que el silencio obvio es catastrófico y que mis palabras no son más que una licencia que me tomo como algo jocoso.
Por eso digo que soy una mezcla, una mezcla rara de tacos y alpargatas, maquillaje y cara lavada, tapado italiano y camperas usadas, medias gastadas y remeras manchadas, silencios y carcajadas, nudos en la garganta y calma, pasión y aspereza, bronca e indiferencia, y la verdad es que a veces todo me llega y esquivo balas a diestra y a siniestra y otras nada me interesa.
En fin, como dice mi madre: Soy “una mezcla rara de Musetta y de Mimí”, una loca cuerda, suelta por ahí, que escribe sólo por el gusto de escribir.



1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Hermoso autoretrato. Te estoy viendo.