7 de agosto de 2013

Otro lugar

Estoy en otra mesa, en esta “otra”, ya mi casa. Hice de un rincón de ella mi escritorio, por ahora itinerante, en donde descansan mis dos gruesos diccionarios, la taza de café y una violeta de los Alpes con flores blancas que me mira mientras escribo pero que no me habla. A mi izquierda están mis papeles, un puñado de héroes que lograron no hace mucho la increíble hazaña de escaparse de las llamas, y también me acompaña, infaltable, el segundo cigarrillo del relato que, acostado en el cenicero, espera tranquilo mis pitadas mientras hago el esfuerzo de viajar a mi centro.
Me miro, estoy más tranquila, más sosegada y sin embargo sigo disgregada y un poco desordenada.
Me hundo más adentro, trato de escarbar para ver lo que hay, pero es dura la última capa y necesito tiempo para volverme a hallar.
En el camino de este corto viaje, me encuentro con mi paciencia. Está sentada. ¡Pobre! Le pedí tanto estos últimos años que se quedó sin aliento después de tanto desencuentro y ¡tanto remo! Y allá está mi alma, la veo algo lejos y llegar a ella me cuesta. Entre nosotras se interpone este cansancio tan destilado que tengo, artífice innegable que impide que nos toquemos.
Aguzo el oído y hago mutis de pensamientos. Oigo que afina los instrumentos la orquesta. Sonrío. ¡Al fin se están encontrando las corcheas!
Observo con detenimiento a mis amadas manos. Me duelen. Están ajadas, lastimadas y secas pero aun cuando sangran, no cejan.
Miro para abajo. El suelo yermo se está quebrando, signo de que algunas semillas están brotando…

Acabo de dar una vuelta por mí.
Afuera hay orden
pero adentro pasó un huracán.

Y en este maremágnum sin precedente
que me dejó el sabor de la hiel en los huesos
el frío del hielo en el cuerpo
el pelo lacio revuelto
y en donde jugaron conmigo sus vientos
como si yo fuera un muñeco
desarticulando cada uno de mis pasos
sacándome el piso a cada rato
y tirándome al abismo sin asco:

crucé el puente
corté las sogas que me estaban ahorcando
y ahora que terminé

me estoy buscando…



1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Uff... sin palabras. Renacer, reinventarse, son cosas que sólo seres especiales son capaces de hacer.