13 de agosto de 2013

Vagabunda

Sale descalza y se sienta. Eléctrica, se agarra el pelo con las manos y lo retuerce para que no se le pegue en la cara.
Un saco largo y viejo de lana colorada la aleja un poco del viento, pero el frío, implacable, se cuela igual por entre los puntos abiertos.
Todavía tiene la mirada perdida, está como nublada, ausente, lejana. Le cuesta concentrarse, alinearse y ordenarse y aunque el alboroto ya es casi un susurro imperceptible, siente que después de tantos años de escucharlo, no puede sacárselo.
Pero hoy no es sólo eso lo que le molesta, y enojada, entra.
Se para en el medio de la sala con los brazos en jarra y se observa. Algo le falta. 
Es su sonrisa, que no por nada, se está haciendo la vaga.

2 comentarios:

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Adriana Fernandez dijo...

Renacer implica reencontrarse. La construcción necesita reflexión, no sonrisas. Las sonrisas llegan luego del abrazo del encuentro.