Cuando te
pregunté qué habías sentido al leer mi relato, tu ¿y yo? fue instantáneo. Igual
te expliqué, pero me faltó algo y me quedé masticando tu sentir, porque no te
voy a mentir, fue el mismo que el mío cuando habiéndolo terminado de escribir,
lo releí.
En él hablo de
un círculo que se está cerrando, de una etapa de mi vida que por momentos se
hace demasiado larga y que en ese instante en que todo se detuvo y el silencio
cayó pesado sobre mi mesa, vos desapareciste porque en entre esas nostalgias no
estabas.
No hay más que
eso, fue un segundo de sentir cómo caía sobre mi cabeza un balde lleno de
historia, fue verme decidiendo siempre sola y arrancándome de la cama cada
mañana porque la vida seguía girando y porque ni siquiera me tenía que importar
lo que fuera que hubiera pasado ocho horas atrás.
Eso nada más. Un
antes y un después. Un antes que tarda en irse y un después que tardó en llegar
pero que ya está acá y que en ese relato no me permití mezclar.
1 comentario:
Lo dicho. Cuestión de tiempos. El después no llega si el antes no se va.
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