25 de marzo de 2011

Parar para seguir

Está en la sala, con la espalda y la nuca apoyadas en la pared, sentada sobre sus almohadones rojos y naranjas con el pelo suelto y los brazos relajados, como ella, en sus piernas.
La envuelve el plácido silencio de las maderas oscuras, el olor limpio del mar recién amanecido y el cálido sopor de los últimos rayos de sol de un día ya vivido.
Mira y ve que afuera está todo quieto, como si el tiempo se hubiera detenido en algún minuto distraído; siente que ella también está quieta y se observa: nada se mueve y sin embargo todo sigue fluyendo, todo sigue respirando, todo sigue siendo…
La embarga la quietud de la ausencia de palabras del silencio más dulce, la acuna la soledad más tierna y el aroma de su tierra de aguas claras y arenas mecidas por el viento…
Siente que ya nada es lo mismo y no le extraña que todo esté cambiado, sabe que para moverse necesita fuerza y que en este “no hacer” está la respuesta.

Y mientras los últimos rayos de sol entran por la ventana,
Ella se relaja, cierra los ojos
y hace una pausa…

2 comentarios:

Juli dijo...

Muy bello mi ma.

Adriana Fernandez dijo...

Muy bueno!!! Difícil hablar del devenir desde la pausa. El movimiento continuo y el cambio, frente a la quietud y el "no hacer". Me encantó.