6 de diciembre de 2010

Compañía

Van las dos con los pies desnudos, caminando por debajo de los árboles. Ella, con los brazos cruzados sobre el pecho pero más sobre la boca del estómago porque le duele, le quema y le late como si se hubiera tragado el corazón, la otra va tranquila, como “es” siempre.
Sabe bien que en este momento la necesita más que el aire que respira, más que a ese sol que la entibia, más que a nada en el mundo…
Le dice que acá está, que se quede tranquila, que suelte los brazos, que no se tragó el corazón, pero no puede, y sigue apretando mientras se le escapan las lágrimas desdibujándole la cara.
Camina doblada mojando huella tras huella, hundiéndose en la tierra, ahogándose de pena…
Pero al fin logra convencerla y Ella afloja los brazos, entre llantos y con miedo, porque le arde y siente que lo que sea, todavía lo tiene ahí, agazapado, esperando.
Se endereza, y mientras con los ojos le cuenta, con las manos va gesticulando callados secretos, porque entre ellas no median las palabras y sí un sonoro y entendido silencio.

… cae la noche y el viento se detiene…

(Pero sólo para escuchar la silenciosa charla que ellas mantienen…)

Ella y la Paciencia