7 de enero de 2018

Querida culpa

Tan de cerca me ha tocado esta bizantina cuestión de la culpa que llegué a sentirla en mi cuerpo como miles de piquetes de un enfurecido enjambre de abejas.
Tuvo que pasar tiempo hasta que pude identificar a cada una por su nombre para proceder luego a acomodarlas en su sitio, reconociendo que durante este largo proceso cada acción, cada gesto y cada palabra lanzados sin conciencia alguna y sin tan siquiera la más mínima reflexión me permitieron recorrer mis abismos y atisbar los ajenos, algunos tan oscuros y densos que se me antojaron pozos hechos del más duro cemento.
Por eso hoy mi querida, con otra de esas sonrisas que me encantan dibujada en la cara y después de redescubrir la invulnerabilidad que surge de no sentir miedo, puedo decirte que estuviste así de cerca de arrastrarme con tus perversos métodos con el sólo objeto de doblegar mi espíritu guerrero, pero no pudiste, al final la realidad me mostró que no eras más que otro triste, absurdo e inútil concepto.


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