22 de octubre de 2013

Vida y lápida

Hoy decidí lapidar en vida a alguien que forma parte desde hace mucho de mis bagayos. Pero no decidí lapidarlo por mí, conmigo pueden hacer cualquier cosa, pero mi sangre no se toca.
No es fácil criar a tres hijos sola, es el desafío más difícil de mi vida y también el camino más lleno de sonrisas y verdades dolorosas de mi historia. Hacerlo no sólo implica comportarme como una señora, no, eso es lo de menos. Hacerlo es callar, aguantar, no maldecir, soportar, sufrir, no mentir, luchar y estar. Estar las veinticuatro horas de los últimos veintinueve años al pie del cañón sin interrupción, sin descanso, sin excusas, tolerando hasta lo indecible y haciendo malabares que no viene al caso enumerar.
Hoy tuve que mirar a mi hijo a los ojos y hacerle entender que no puede perder su vida esperando un tren que nunca salió del andén, pero también le dije que si algo bueno había en todo esto, es la experiencia, y la más clara muestra de lo que él nunca debería hacerle a mis nietos.

Porque la ausencia de uno en la vida del otro
hoy
es la ausencia del otro en la vida de uno
mañana.