Hoy decidí
lapidar en vida a alguien que forma parte desde hace mucho de mis bagayos. Pero
no decidí lapidarlo por mí, conmigo pueden hacer cualquier cosa, pero mi sangre
no se toca.
No es fácil
criar a tres hijos sola, es el desafío más difícil de mi vida y también el
camino más lleno de sonrisas y verdades dolorosas de mi historia. Hacerlo no
sólo implica comportarme como una señora, no, eso es lo de menos. Hacerlo es
callar, aguantar, no maldecir, soportar, sufrir, no mentir, luchar y estar. Estar
las veinticuatro horas de los últimos veintinueve años al pie del cañón sin
interrupción, sin descanso, sin excusas, tolerando hasta lo indecible y
haciendo malabares que no viene al caso enumerar.
Hoy tuve que mirar
a mi hijo a los ojos y hacerle entender que no puede perder su vida esperando un
tren que nunca salió del andén, pero también le dije que si algo bueno había en
todo esto, es la experiencia, y la más clara muestra de lo que él nunca debería
hacerle a mis nietos.
Porque la ausencia de uno en la vida del otro
hoy
es la ausencia del otro en la vida de uno
mañana.
1 comentario:
Voy a llorar.
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