Se descubre
recorriendo la casa a paso lento, como si una melodía suave la estuviera
llevando de la mano por la redondez de sus letras y ella pudiera leer en cada
movimiento cada nota, cada estrella, cada tecla, cada sorbo de té, hasta llegar
a sentir, con cada sílaba, lo mismo que la llevó a escribir.
¡Es una
locura! Tres años ya, tres años han pasado y se acaba de dar cuenta del misterioso
misticismo de las fechas.
Pasó de taco
aguja, viento y anteojos negros, a vestidos blancos, brisa y arena, y en el
medio más de mil y una noches, más de cien prosas y entre palabra y palabra incontables
y enigmáticos silencios que sólo ella conoce.
Sigue paseando
hechizada la casa, mirando nada, tocando cosas, mientras las lágrimas llegan
solas, conjugando encuentros y desencuentros, partidas y llegadas, cortinas que
supo bajar sin cuestionarse ni un centímetro y entre las manos un tropel de
suspiros llenos de secretos que salieron de su centro y que le fueron marcando
el camino con mudos gestos.
No atina a
sentarse, las coincidencias la han sorprendido, la causalidad del destino la
dejó sin habla, con una sonrisa bella en la cara y justo tres años después de
aquella sonora carcajada.
1 comentario:
Nada es casual, tal como decís, todo es causal.
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