10 de octubre de 2013

Máscaras

Hoy leí una frase de François de La Rochefoucauld que dice que estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos. Y me puse a pensar en las máscaras que usamos, en la infinidad de caras que le mostramos al mundo, en los vestidos que nos ponemos cada vez que hablamos con alguien como si fuera tan corriente, tan normal cambiarse.
Pero voy a hablar de mí, porque mal podría hablar de otros, cuando como siempre digo no los conozco, y de un largo proceso que hasta este segundo sigo caminando y que empezó hace ya casi diez años.
En ese entonces yo no tenía ni idea de las máscaras ni de las capas, que es igual a decir, en pocas palabras, que andaba sin consciencia alguna por una vía paralela a la vida en la cual respiraba, reía o lloraba pero sin saber realmente quién era.
Dice el diccionario que una máscara es un trozo de cartón o tela con la que alguien se cubre la cara para evitar ser reconocido, también dice que es apariencia o pretexto, farsa, patraña o hipocresía y que al quitarla se elimina el disimulo y se muestra el verdadero yo.
La máscara es un disfraz y por analogía se usa en psicología y filosofía para explicar de lo que uno es capaz con tal de ocultarse de los demás.
En todo este tiempo y desde que me di cuenta y empecé el proceso, he estado quitando toda la piel de mis caras, y encontré que en cada pedazo se iba algo que ya se había hecho carne. Descubrí también que arrancarlo dolía y que por cada uno que sacaba, una puerta se cerraba a mis espaldas mientras me acercaba en forma inexorable a lo que yo creía era un infierno interminable.
Descubrí con el tiempo que caminar la vida es acercarse a la muerte y que lo que yo creía iba a ser un eterno agujero negro, no era más que yo misma, desnuda frente al espejo.
Decidí que el disfraz no tenía sentido, que aunque me doliera sacarlo era necesario para llegar a mi centro.
Hoy siento que andar por ahí sabiéndome verdadera me hace libre y no me pesa, que verme desnuda y vacía y sin poder volver atrás me muestra que logré derrumbar estructuras que no pienso volver a armar, y que tiré las máscaras y los vestidos porque no necesito volverlos a usar.


1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

A veces, las máscaras nos permiten jugar a ser. Y no está mal. Nos ayuda a crecer.