Baja los cinco
escalones gastados y camina la arena blanda, alguien va a su lado, andando a su
mismo paso, dejando marcadas otro par de huellas y sosteniéndola con firmeza para
que no caiga.
Es honesta consigo
misma, ahora lo necesita, como lo necesitó aquella vez cuando decidió subirse
para manejar su propio tren, y como lo necesitó tantas otras veces, después.
Ella no lo
llama, él aparece así, de la nada, y tirando con fuerza la rescata. No precisa
convencerla ni mentirle, se conocen desde hace años y, cuando no hay blancos ni
negros y todo se nubla y el entorno es un monótono color ceniciento, ella se permite
esto para que se libere el acceso, para volver a ver los extremos, para rozar
el equilibrio y sacudirse los grises intermedios.
Hoy, dos pares de huellas cruzan el puente,
son Ella y el Diablo,
y van de la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario