Un comentario
inspira hoy este relato. Un comentario que me enfrenta con la verdad (esa
verdad que no quiero ver) contemplada desde otro espejo y tan real que me
golpea con una fuerza que me resisto a reconocer.
Estoy
desdoblada y anquilosada, ociosamente cansada y, valga la redundancia,
circulando en círculos alrededor de nada.
¡Cómo me
leíste entrelíneas mujer! Ni yo vi con claridad lo que ante tus ojos apareció como
una instantánea de mí. Recién me di cuenta de la encerrona en la que me metí y
de la que no puedo salir, recién, hace dos minutos, cuando pusiste entre mis
cejas esas palabras que, como una bala certera, por un instante helaron la sangre en mis venas.
Me diste en
qué meditar, abriste así, como quien no quiere la cosa, una puerta por la que
no quiero pasar, porque en un punto creo que dejé de caminar, porque todo es
demasiado largo, porque el pozo es tan hondo que siento que no tiene fondo,
porque la oscuridad me ahoga y me ciega, porque las ganas de desaparecer son,
como bien me describiste, las ganas que tiene Harry de suicidarse a cada
instante.
Para Adriana
Fernandez
1 comentario:
Todos tenemos un Harry. Es más creo que eso es bueno. Un Harry que nos permite enfrentar los momentos difíciles. Sólo hay que encontrar el Teatro Mágico que nos ayude a ver con claridad quién es quién y cuando recurrir a Harry.
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