5 de agosto de 2012

Refugio

La casa no está vacía, se levanta, sin palabras, café, sola y el primer cigarrillo de horas.
Un puño cerrado en la boca del estómago la cuestiona. Se va para afuera, sin campera, no hace frío y apaga el cigarrillo entre las ramas de la hortensia sin hojas.
Es un solo signo de interrogación, raro, tan raro que se embota. Siente la mente en blanco, las preguntas están en otro lado, pasan como por el costado, no pertenecen a este mundo pero a Ella le sobran y teme que se le metan en el sueño y exploten la burbuja en la que hace treinta y cinco años flota.
Está pasando, lejos, cerca, adentro, en algún lado indefinido y alado. No lo entiende o lo entiende demasiado y no se equivoca.

2 comentarios:

Marcelo dijo...

Este relato me deja con intrigas, no llego a ver que le está pasando a Ella, y por otro lado me parece un reflejo de lo que a veces me pasa, cuando ando con la mente en blanco y a la vez 1.000 preguntas que no quiero escuchar porque no se las respuestas o quiero saberlas, sino dejar que la vida me sorprenda ...

Adriana Fernandez dijo...

Es la dualidad de la certeza. La indefinición de los aciertos. La bipolaridad de la seguridad. La contradicción fundamental. Genial!