3 de octubre de 2010

Respirando infierno

Está enojada, la abraza el fuego de una furia que surge con tal vehemencia que la descoloca y la hace tirar los anteojos negros, esos anteojos que nunca se saca. Pero está a salvo, no hay nadie que pueda ver lo que está sintiendo, sino los anteojos seguirían firmes sobre el puente de su hermosa nariz ocultando el reflejo de su alma.
Se saca los zapatos con los pies porque con las manos está arrancándose la ropa, y si pudiera también se sacaría la piel, porque le arde tanta bronca, como le arde el rush rojo de los labios que lo único que pueden escupir son pedazos de silencios y muecas de fastidio.
Se sienta en el primer escalón de madera ajada y descolorida que parece un espejo de su día, y apoya los pies desnudos en la tierra seca, que hoy, hierve como su sangre.
No puede, no quiere, no sirve pensar, como no sirve nunca el pensamiento cuando lo que siente es un mundo que invade el universo entero.
Apoya la cabeza en los brazos rayados de rush rojo y respira, no se le cae una sola lágrima porque no hay tristeza, hoy la inunda, la envuelve y la enlaza una brillante y terriblemente viva y furibunda ira.
Se deja llevar, moviéndose con la gracia que confiere el sentir algo verdaderamente y sin interferencia.
Están juntos, como dos amantes que conspiran pasión y susurran silencios, respirando sin prisas el calor del mismo infierno.

…Y mientras el sol cae se abrazan sin estorbos, en un amor profundo, prohibido y misterioso…

Ella y la Ira

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Es la mejor manera de sacarse la bronca.