2 de agosto de 2022

Tardísimo

Son las dos de la mañana de un día que no termina y que me dejó inquieta, con ganas de fumar y pensativa.
Son tiempos muy dinámicos los que piso, de cambios en el pensamiento, de encontronazos dolorosos con lo que siento, con lo que me pasa, con lo que dejé pasar y también con lo que hago con todo eso.
Creo que ahora estoy en donde elijo estar, y que me hago cargo de eso, mientras tanto me tomo el trabajo de detectar todo lo que “suma para restar” y despejar el camino para seguir mi propio andar.
Vengo tan en otra cosa que me bajé de los tacos, me dejé de mirar y de pintar y hasta me saqué los anillos y el collar.
Es tan serio el viaje en el que me embarqué casi sin querer, que sobra todo y a la vez el vértigo del vacío me provoca en la boca del estómago una sensación de incógnita y susto que por momentos me paraliza y me tensiona hasta casi partirme a la mitad.
Siento que crucé el umbral de ese mundo en el que existe un otro a quien responsabilizar y culpar, pero todavía no cerré por completo esa puerta y hay días como el de hoy en donde, con una ceguera incontenible, vuelvo sobre mis pasos buscando “al culpable” y sin siquiera poderlo evitar.
Entiendo que no es suave ni lineal y que tiene altibajos ásperos, pero esta vez siento que mi dios y mi diablo, mis cinco maestros vestidos de color anaranjado, mi quijote y mi bruja, mi loba esteparia, mi madame Bovary, mi chica Almodóvar y mi amada Ella y sus cinco escalones gastados me llevan hace meses en andas y me sostienen, porque miren que pasé noches oscuras en mi vida, pero como ésta les juro que ninguna.

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