10 de julio de 2018

18:23


No queda casi nada de café en la taza, no hay tacos desde hace rato ni uñas pintadas y me saqué las pulseras y la cadena del cuello porque me sentía ahogada.
No me sorprendió para nada la desnudez de adornos ni la sensación de ahogo, pero el semáforo se puso en amarillo y si no miro qué pasa y reflexiono puede pasar a rojo.
Primero y por las dudas busco al señor miedo, mi otrora creación devenida en carcelero, pero no lo encuentro.
Entonces sigo indagando, esta vez más adentro, y descubro que una espeluznante infinitud de palabras, por mí articuladas y que jamás significaron nada, hacen ruido en el fondo de mi alma.
Me levanto como para espantarlas y apuro el último sorbo de café que queda en la taza.
Si me hubiera hecho caso y cerrado la boca cuando mis tripas me lo indicaron, hoy no me sentiría algo tonta ni tan atribulada frente a esta enorme e inútil colección de letras gastadas.


No hay comentarios: