30 de septiembre de 2013

Raíces

Se sienta en uno de los cinco escalones blancos y gastados que pacientes, siempre la esperan. Piernas pegadas al cuerpo y en las rodillas, apoyada la barbilla.
Mira su rosa. Descubrió hace unos días que está llena de hermosos y turgentes botones morados, y piensa en que todo este tiempo la estuvo esperando, mientras se preguntaba, después de trasladarla en pleno invierno y con las raíces heridas, en si lo lograría, cuando lo único que veía eran palos secos sin un hálito de vida.
Piensa en ella, que también se trasladó, y que casi sin nada entre los dedos también se retiró, retirándole la sonrisa, sin darse cuenta, a todo cuanto había alrededor.
Hoy siente que mientras el invierno caminaba lento y los días grises y yermos las envolvían en un luto casi eterno de destierro y palos secos, ambas hundían en secreto y cómplice silencio sus dedos en el suelo para poder llenar de pétalos y sueños las cálidas noches de enero.



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