8 de noviembre de 2011

Esas cosas

Está sentada afuera, con el cuello del saco subido hasta las orejas y los puños estirados tapándole los dedos. El viento helado le llena de lágrimas los ojos, son lágrimas de viento y también lágrimas de pena…
Se deja llevar, se sumerge, mira lo que hay, siente el vacío, el nudo en la garganta, el puño ardiente apretándole el estómago y en la boca ese sabor amargo que deja la ira con sustancia.
Se detiene, la observa, tiene fundamento pero nadie tiene porqué saberlo. El precio es justo, nadie la obligó a parar en esa estación, es de Ella y no la escupe para afuera.

Hace años decidió que no hay tiempo que desperdiciar,
por eso el tren sigue andando,
por eso Ella no se detiene a esperar…

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Quizás, en esa estación paró para juntar fuerzas, no? Algo así como un obligado reabastecimiento.