Dos manos, una baraja y una sola silla, en donde está sentada Ella.
Sobre la mesa un paño verde y sobre él: su vida.
El mazo todavía está boca abajo y Ella con los brazos cruzados sobre el pecho sigue tratando, en vano, de apagar ese puño de fuego ardiente que le retuerce desde hace meses la boca del estómago.
Sus ojos verdes se nublan por momentos y se le hacen borrosas las cartas. Solas, una a una, se le caen las lágrimas…
Se está quedando sin fuerza y ya no tiene resto
Siente que mucho es demasiado
Y en ese demasiado
Se le está yendo el aliento