No entiendo muy bien mi propio desglose, me veo irreconocible por momentos y me siento a mí misma en otra época volviendo a superar superaciones.
Equilibro de a ratos. Escribir y ver llegar la oscuridad me calman, se atenúa el galope desbocado de mi corazón y en la autopista, los pensamientos dejan la hora pico.
Raros estados de un “yoísta” pasado que por estas letras discurre casi invisible, pero que siento venir a paso redoblado. Un desafío que no será el último, una consecuencia de una causa que sé no es injusta.
El malón viene andando despacio, es inevitable el encuentro y también la desesperación de no saber en qué momento.
Repaso una y otra vez, viajo al centro y buceo, mientras él se toma todo su tiempo y a mí se me hunde el pecho.
Nunca sé qué va a venir, adelantarme a los hechos no es uno de mis defectos, pero atisbar armada de paciencia me ha salvado más de una vez de morir en el intento.
Igual hoy no es momento, todavía no me tiene acorralada, pero logra hacerme sentir el desequilibrio y el “des poder” de entender sin entender por cuál paso ando.
Grande se hizo este “yo” tan mío. Grande como me hice alguna vez para defenderme por andar siempre al revés. Tan, pero tan grande es, que mirarlo me asusta, hoy es mi enemigo íntimo más temido, él, que tanto me ha ayudado y al que tanto he querido.
Quién hubiera dicho que justo ahora iba a venir el susodicho a malograrme en más de un sentido, pero no todo está perdido, no sé dónde ni cuándo, pero estoy decidida a dar el paso y enfrentarlo.
Sé que quedarán en el camino “del cuesta abajo” más de mis pedazos, que me desnudaré de la piel que volvió a crecer en mis manos y que dejaré jirones de lágrimas entre las zarzas cuando haga pie justo en el fondo del pozo, justo ahí en donde está el fango, el lugar justo en donde pegar el salto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario