27 de noviembre de 2025

Paz endiablada

Si en mi vida hay una hora rara para escribir es ésta. Mediodía.
Paso del cuaderno en el que escribo a diario, al teclado. Tal vez toca exorcizar, tal vez no, pero no lo sé. Así estoy hoy.
Los cincuenta y nueve casi están acá y me estoy replanteando la otra mitad de mi vida.
Filosofo en silencio, que es algo así como cambiar de lugar los pensamientos, lo que siento, lo que “emociono”, lo que me pasa, lo que pasa.
Es como que soy una gran biblioteca, toda yo, a la que accedo para reacomodar los mismos libros constantemente, en un orden que es solo mío y que yo sola entiendo. O no…
Busco explicaciones, razones, motivos y respuestas para darle lógica a este estado. Por momentos los encuentro y me siento plena, como si la vida se vistiera a tono. Pero hace unos días perdí la brújula, alguien se metió a mi vestidor, desparramó todo en el piso, se mezclaron los colores y les juro que esto está resultando en un atuendo de lo más impactante. Una mezcla rara, una asociación ilícita de cosas que yo no recuerdo haber colgado de ninguna percha.
Intento relajarme y me repito que todo está bien, que todo es perfecto así como es, incluida yo misma, pero no es consuelo y tampoco me relaja.
Tal parece que la filosofía no sirve, no llena, no explica, no es real, porque la vida siempre se escribe desde cero, porque no hay un libreto y menos un manual.
Entiendo que lo que hay es apenas un esbozo borroneado e ilegible de distintas voces que en algún punto me resuenan, pero que al final no dibujan absolutamente nada.
La verdad es que en este momento no sé si estoy asustada, sorprendida o ambas cosas al mismo tiempo.
Me abstraigo, salgo de mi metro cuadrado para verme y no hay palabras, es como que todo es una perfecta “insustancia”.
Entonces me siento al borde del camino, al lado mío, me abrazo, no me digo nada, no hace falta enfurecerme, ni siquiera me miro, solo me abrazo en esta carretera vacía, mientras el silencio, majestuoso y eterno, me tararea al oído una melodía que habla de lo incierta que es la vida.

6 de noviembre de 2025

Simple (Escrito el 26 de mayo de 2014)

No entiendo muy bien mi propio desglose, me veo irreconocible por momentos y me siento a mí misma en otra época volviendo a superar superaciones.
Equilibro de a ratos. Escribir y ver llegar la oscuridad me calman, se atenúa el galope desbocado de mi corazón y en la autopista, los pensamientos dejan la hora pico.
Raros estados de un “yoísta” pasado que por estas letras discurre casi invisible, pero que siento venir a paso redoblado. Un desafío que no será el último, una consecuencia de una causa que sé no es injusta.
El malón viene andando despacio, es inevitable el encuentro y también la desesperación de no saber en qué momento.
Repaso una y otra vez, viajo al centro y buceo, mientras él se toma todo su tiempo y a mí se me hunde el pecho.
Nunca sé qué va a venir, adelantarme a los hechos no es uno de mis defectos, pero atisbar armada de paciencia me ha salvado más de una vez de morir en el intento.
Igual hoy no es momento, todavía no me tiene acorralada, pero logra hacerme sentir el desequilibrio y el “des poder” de entender sin entender por cuál paso ando.
Grande se hizo este “yo” tan mío. Grande como me hice alguna vez para defenderme por andar siempre al revés. Tan, pero tan grande es, que mirarlo me asusta, hoy es mi enemigo íntimo más temido, él, que tanto me ha ayudado y al que tanto he querido.
Quién hubiera dicho que justo ahora iba a venir el susodicho a malograrme en más de un sentido, pero no todo está perdido, no sé dónde ni cuándo, pero estoy decidida a dar el paso y enfrentarlo.
Sé que quedarán en el camino “del cuesta abajo” más de mis pedazos, que me desnudaré de la piel que volvió a crecer en mis manos y que dejaré jirones de lágrimas entre las zarzas cuando haga pie justo en el fondo del pozo, justo ahí en donde está el fango, el lugar justo en donde pegar el salto.

5 de noviembre de 2025

Explicaciones

Me embarga en estos días el silencio más amoroso, la oscuridad de las cortinas cerradas y ese estado de retiro conocido, amado y tan mío.
Pensaba hace un rato en las explicaciones, de las que ya en alguna ocasión he escrito, y se me ocurrió que de todas las que di en mi vida, hubo pocas que me fueron pedidas. Más bien anduve explicándome a mí misma, obedeciendo a un nefasto mecanismo instalado, como si tuviera que justificar cada paso.
La verdad es que no sé a qué se debe y a esta altura de mi vida no me interesa analizarlo, solo me basta decir que lo vi y no me gustó, es más, dar explicaciones le abrió las puertas a una incontable cantidad de personas a opinar, cuestionar, tergiversar y juzgar mi propia existencia.
Hoy estoy parada en otro lugar.
Entendí que no contar es sano para mí y que cuando alguien me cuestiona, aunque yo no haya abierto la boca, lo que dice habla más de él que de mi persona.