Voy a intentar explicar lo que siento, cuestión que desde
hace tiempo, me ha llenado el alma de un fuego que las lágrimas que me obligo a
tragar todavía no pueden apagar.
Es por eso que decidí escribirlo, con la amable esperanza
de exorcizarlo y diluirlo para siempre en estos trazos.
También quisiera decir que tengo los ojos pintados y
puestos los tacos y que como siempre la taza de café y el cigarrillo acompañan el
relato.
Ya instalada viajo a mi centro y mientras camino lento sorbo
la bendita calma que me llevará sin dudas a la verdad de estas llamas.
No tardo más de un segundo en enfrentarme con un triste y
pesado silencio que, sin articular palabra, me grita desaforado y me arroja con
una certeza lacerante, densos pedazos de un pasado que al caer a mi lado no reconozco
como míos pero que aun así me arden.
Tardo en reponerme del encuentro, pero más que nada me cuesta entender que es un infierno ajeno esta vez.
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