3 de octubre de 2012

Se y sé

Es difícil escribir sin recurrir al personaje, porque sigo pensando en tercera persona y todavía no sé si es “Ella” o la sombra reticente de sus escalones los que todavía no me abandonan.
Siento que salir al ruedo desde mí es abrir una puerta sin saber lo que hay del otro lado, y al hacerlo no existe posibilidad alguna de impedirles el paso, soy consciente de ello y como no puedo evitarlo, decidí enfrentarlo.
Es por eso que estos días mis dedos han estado rondando el teclado sin animarse a tocarlo, pero necesito la catarsis y cada hora que pasa inquieta mi alma.
Ahora tengo las piernas cruzadas y el sol entra por la ventana, voy por el quinto cigarrillo y el café espera y, como nobleza obliga, les confieso que quedar desnuda me deja un dulzor misterioso en la boca que un poquito me impresiona.
La verdad es que ya no hay vuelta atrás y estoy sola en el escenario, con todas las luces apuntándome a la cara, haciendo un striptease de palabras, transformando los gestos en signos de puntuación, sugiriendo ánimos con los de exclamación y dando lugar a tantas interpretaciones como ángeles caben en la cabeza de un alfiler.
No sé cuánto más habrá, y mucho menos quién está, pero abro la puerta porque sé que esto no me va a matar.
A esta altura del partido estoy para pocos y poco también es lo que cargo en los hombros, son cosas mías, consecuencias de causas elegidas. El precio es más que alto, aprendí que la paciencia me ayuda a cargarlo y que la risa aligera la mochila.
Veo a lo lejos un mar de nubes cargadas de cambios y llenas de lo espeso, en este momento de mi vida  las espero con los brazos abiertos porque sé que vienen para inundar mi desierto y llenar mi oasis con lo nuevo.

Palpo el descanso que se acerca, pero antes, tiene que pasar la tormenta.



1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Desnudarse hace bien. Y es una metáfora.