Quiero decir que tendría que usar puntos suspensivos porque todo esto que está sucediendo vino con ellos, tanto como una costumbre como porque son sugestivos, pero me voy a reservar el derecho de usarlos para que no haya malos entendidos.
Vayamos a la cuestión. Sabrán ustedes que “pensar en voz alta” uno no piensa con cualquiera, y “pensar en voz alta” sin siquiera pensar lo que se dice, algo así como “sentir en voz alta” tampoco a uno le sale tan fácil, pero déjenme decirles que pasa y está pasando y ahí vamos deshilvanando momentos propios y ajenos, cuestionándonos rótulos, contándonos historias, riendo situaciones, frenando para no irnos al pasto y poniendo “desarrolle” como una invitación a bailar con lo sentido.
Entiendo que el gusto a susto ya está instalado pero también hay cosas claras que tranquilizan las aguas, aun así cerramos filas y levantamos puentes, sin duda acicateados por el miedo a sentir cómo de un segundo a otro la sangre que corre por nuestras venas puede convertirse en agujas de hielo para volver a destrozarnos por dentro.
Pero voy a ir cerrando, no quiero que se haga largo. Creo que lo que pasa no pasa por lo que sentimos sino por lo que pensamos y ahí es en donde la estantería que uno acomoda con tanto esfuerzo, tiembla. Y es que a veces no nos damos cuenta y elegimos estar lejos del corazón para evitar el dolor sin saber que es esa elección lo que duele.
Pero la vida es sabia señores y se cansa de nuestras eternas cavilaciones y por eso cambia a cada “momento” y nos manda estos vientos que nos dejan parados en el medio de la nada, con el pelo revuelto y una sonrisa de intriga en la cara.