11 de marzo de 2012

Adentro

No es tan tarde, pero tiene sueño y algo de frío. El otoño está llevándose las hojas de los árboles hacia el olvido, teñidas de naranjas y amarillos, mientras el sol pasa tendido, haciendo la noche más larga, más oscura y helada, más llena de sombras y de alivio.
Se encierra, se esconde a los ojos del mundo y prende un cigarrillo. No hay ruido, ni voces y mientras adentro calla el silencio, serena recorre su abismo.
Camina en lento equilibrio sobre la soga que cuelga entre aquí y allá, sus brazos hacen de alas sin volar y su espalda, ligera de equipaje, le hace suelto el andar.
Mira en donde no hay nada que mirar y sus pies descalzos se acomodan en el espacio que hay entre el talón y algún otro lugar.
No le importa saber, ni entender, ni explicar, ni pensar, ni justificar, ni encontrar, ni tirar, ni soltar. No le importan ni la realidad ni los demás. Lo único que le importa es que no le importa porque está sin estar…
El fuego de la estufa la acompaña sin palabras, igual que la acompaña la soledad, toda risa y toda lágrima.

Se acercan las noches eternas y el vicio de las letras.
Se acercan las cortinas cerradas y la periferia desterrada.
Se acerca el invierno y la oscuridad más luminosa del alma.

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Qué linda ventana hacia el interior. Cuanto verso en todo ese sentimiento oculto.