14 de noviembre de 2022

Resistencia

Pijama negro, un té, uñas blancas y una incomodidad algo indescifrable a la que ya estoy acostumbrada estaría siendo un pedazo del contexto, digamos que el real, porque en el imaginario mi amado y extrañado cigarro formaría sin dudarlo parte esencial del espectáculo.
La verdad es que no sé porqué mis manos están sobre el teclado, y es que en estas semanas las letras se mantuvieron alejadas de mi alma como si quisieran evitarme los ríos de agua salada de estar viviendo una realidad “insoñada” y a la vez tímidamente acariciada e incontrolablemente vasta cuyas infinitas posibilidades pintan de vértigo mis días cada vez que me asomo a considerarlas.
Estar sola, con todas las piezas de mi rompecabezas desparramadas en un minúsculo espacio y sin otro menester que mirarme-mirarlas-mirarnos, es algo que nunca estuvo en los planes que jamás hago.
Encontrarme con partes de mí que van desde lo aberrante hasta lo divino me pone en situación de fastidio, sobre todo porque a esta altura se trata de una forma de conocimiento, y también de una intuición intrínseca que grita y que no puedo evitar escuchar.
La resistencia del título del relato es una resistencia conferida por la inercia, por el mandato, por mi historia, por el molde. Hay momentos en donde es imposible no verme arrastrada por ella, sin embargo, darme cuenta de eso me permite la flexibilidad sin la cual intuyo se haría más doloroso mi andar.
Descubrí, entendí y estoy tratando de aceptar que voy a morir “buscando”, que siempre voy a estar sola y cada vez con menos cosas, que lo que guardo pesa más de lo que compensa y que “lo que espero” me tensiona y me provoca dolores de cabeza.
Admití que viven en mí, a veces en paz y a veces en guerra, la Amalia asesina y la amorosa, la honesta y la mentirosa, la maldita y por supuesto también la más dulce de todas.
Moran bajo mi piel y a partes iguales la mujer y el hombre, la niña y la anciana, el animal salvaje y el doméstico, la partícula y el cosmos inmenso, lo inmutable y lo cambiante, la gota y el océano.
Quiero decir que ésta es otra más de mis muchas noches oscuras del alma y que todas son diferentes y que no voy a cometer el error imperdonable de subestimarlas porque es gracias a la conciencia con la que he vivido cada una de ellas lo que ha determinado el grandísimo valor que le he asignado a la siguiente.
Y esto es lo que hay señores, en toda esta mezcla ando, surfeando una infinitud de luchas y treguas, y más tranquila, confieso, que en otras épocas pero solo porque en alguna parte de este trajín vi con cegadora claridad mi propia e inexorable impermanencia y casi como jugando la hice extensiva a mis decisiones y fue ahí que sucedió, en un parpadeo otra realidad apareció ante mis ojos marcando la diferencia entre el limitante “antes” y este inexplorado, ilimitado y siempre presente “ahora”.

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