26 de febrero de 2022

Relatos anacrónicos

Voy a hacer una sección de relatos anacrónicos y en los márgenes tal vez garabatee algunas aclaraciones, porque total ya no hay peligro, es más, hasta podría poner el motivo por el que pasaron al olvido.
Y es que no se imaginan la de infidencias que hay en esos párrafos que quedaron en la gatera, ni la cantidad de historia, ni las muchas sonrisas que se me dibujan en los labios cuando los releo y recuerdo el momento y mi estado cuando los estaba escribiendo.
Confieso que no sé bien qué hacer con ellos, es más, tienen su propio lugar, como lo tienen los caballos viejos que pastan rengos como alma en pena entre las letras que están creciendo.
La verdad es que no puedo borrarlos porque siento que los mato y aunque a veces de alguno de ellos hago un vástago, reconozco que al resto los conservo con infinito apego, sí apego, porque este último tiempo he dejado tanto, que lo único que me queda son las letras y los espacios que hay entre ellas, mis silencios amados, los brazos en los que me acurruco cuando el mundo se pone áspero y yo necesito un descanso.

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