3 de enero de 2022

Cicatrices

Es tarde, muy tarde y la verdad es que hoy no iba a escribir.
Estoy en pijamas, pero no estoy sola, me acompaña la más justificada de las ganas de prender el único cigarrillo que todavía conservo vaya a saber alguien porqué.
La cuestión es que desde hace días siento en el aire el sabor de la incierta y tensa calma que precede a una tormenta. No puedo definir qué es lo que está pasando, solo que no me hallo, que estoy inquieta y descompaginada, como si un vendaval le hubiera borrado los números a las hojas del libro y yo no pudiera acomodarlas.
Me molesta todo y nada al mismo tiempo y es tal la locura que cuando los espacios del departamento se hacen infinitesimales, solo me subo al auto y manejo a ningún lado.
Así de “border” estoy.
Le eché la culpa a la navidad y al fin de año, fechas contra las que me peleé toda la vida, como si en realidad fueran algo más que una estupidez. También acusé a la luna llena y como no me alcanzó le puse una ficha a la situación escandalosa, y a esta altura risible, que viene atravesando el país desde que nací.
Es tal mi desajustado estado que llegaron mis cincuenta y cinco y ni siquiera les dediqué unas letras como suelo hacer todos los años, solo llegaron, me vieron así y en completo silencio se instalaron.
Al fin entiendo que hay emociones que siguen atravesándome y que ya no quiero sentir, y creo que es eso lo que me tiene a mal traer, la verdad es que todavía tengo pedazos de infierno pegados en la piel y me arden tanto que no sé qué hacer.

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