Afuera llueve, yo sigo vestida hasta las uñas de negro y
mientras mis manos descansan en el mismo teclado de siempre, las letras que
siento están siendo paridas desde otro cielo.
En un rincón de este pequeño espacio mis amados libros
respiran apilados y mezclados, y a través de la ventana mi abedul en maceta desde
hacen veinte años, me mira desconcertado porque no entiende muy bien en qué
momento vinimos a parar a este espacio.
Hacen catorce días exactos, en lo que siento ahora fue un
segundo, un huracán me desvistió de todo lo que había y me
dejó desnuda, abrazada a mi abedul y a mis libros, en otra vida.
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