Allá por marzo de 2015 escribí lo siguiente:
En el altillo de mi vida una caja llena de caras y
nombres pero vacía de letras vive guardada a la sombra sobre un puñado de mi
yesca esperando que una chispa la prenda y la haga desaparecer para siempre de
mi senda.
Esa caja maldita, que al verla nada dice, ronda sin
pudores mi espacio y se regodea entorpeciendo mi paso mientras su perfume
lascivo me sigue a todos lados.
No es ni cerca una caja de Pandora, porque a medida que
enlentezco mis pasos se suman diablos que se ríen de mis náuseas y que me son
imposibles de ignorar porque sé que están aunque no los pueda precisar.
Esas sanguijuelas sin tino, que ni por asomo desestimo,
han pisoteado mi tierra y jugado tanto conmigo que lograron enardecer hasta lo
indecible mi espíritu al punto del desafío.
Hoy, con brazos abiertos y las manos llenas de lo cierto,
espero el encuentro para encender la yesca y convertir en cenizas a todo aquel
que con su solo pensamiento osó entrar en mi huerto con la intención de
llevarse mi pienso y cosechar los frutos de mi esfuerzo.
Y hoy, a más de dos años:
A mi pesar la caja sigue ahí, pero en este tiempo de silencio
forzado y retiro a solitario decidí no esperar el encuentro y sí salir a
buscarlo, así es que puse manos a la obra y desmenucé esta parte de mi historia.
La verdad es que siempre es brutal ser honesta conmigo
misma y esta vez tuve que reconocer que equivoqué el camino al ocurrírseme la
peregrina idea de aplicar la lógica para cerrar una herida cuando ésta nunca
tuvo que ver con una fórmula.
Yo, que siempre he dicho que no hay manera de que la vida
entre en un espacio tan pequeño como una cuenta, hice algo que jamás debí haber
hecho, justifiqué un dolor profundo como si sumara dos más dos, lo minimicé con
una simple frase y lo di por evaporado.
Hoy sé que fue un error que me costó un sinnúmero de
dolores de cabeza y, gracias a que escucho a mis tripas, no estoy lamentando también
haber cometido algunas estúpidas imprudencias dignas de una película.
La verdad es que sigo cerrando la herida, aun por estos
días. No me resulta fácil y tampoco es algo agradable y si tengo que ser
sincera les diría que me gustaría que no estuviera.