Y después de
“Letras de nada” siento que es menester cambiar los rumbos, mezclar los cardinales hasta
marearlos, pintarle las dos puntas de la flecha a la brújula, poner marcha
atrás para ir para adelante, decir hola para despedirme, dar vuelta el
almanaque, cerrar los ojos para verte, abrir las manos para agarrarte, correr y
no alcanzarte, vestirme para bañarme, dejar el café, fumar bajo el agua,
escribir mirando el teclado e ir llenando de consonantes la hoja en blanco olvidándome
a propósito y para siempre de todas las vocales.
¿No sería divertido volver más petisa, rubia, con calzas de
leopardo y botas hasta las rodillas, brillos en el escote, labios púrpura, uñas
con estrellitas, aros largos hasta los hombros, pulseritas en los tobillos y
risa finita?
Pienso… pienso
en cómo voy a darle el giro de timón a mi bote para poder deletrear todas las ideas
bizantinas que andan en mi cabeza dele yira que te yira, pero hete aquí que en
el “mientras pienso”, un descanso se tomó solo y sin que yo le diera el ok un
día el “Word” desapareció del escritorio y la máquina cerrada se fundió con el
mobiliario invitándome a no verla, casi diría como una cómplice coincidencia.
Por eso hoy decido
dejar la página en blanco hasta el próximo año, mientras lustro el timón de mi
vida “casi toda cambiada”, doblo las velas con esmero por si me toca mal tiempo
y me tomo con gusto los días que quiero, antes de levar anclas y dejar puerto hacia mar
abierto.