17 de mayo de 2018

Responsables


Rodeada del más amoroso de mis silencios y con la taza de café bajo mi nariz se me ocurrió deshilvanar la responsabilidad.
Levanto la vista buscando inspiración y no tardan en materializarse una infinidad de situaciones e igual cantidad de “dedos acusadores”.
Hace un tiempo ya que observo, no sólo mis pensamientos, actitudes e intenciones sino las del resto, y no deja de sorprenderme la facilidad que tenemos para encontrar afuera al enemigo o amigo del momento.
Es tan vasto el universo que fabricamos que pasaría días escribiendo, pero hoy no es la idea, hoy la idea es caminar silbando bajito, con las manos bien adentro de los bolsillos mientras con cada paso ejercitamos esto de hacernos cargo de nosotros mismos.
Quiero decir que afuera no vamos a encontrar al culpable de nuestras desdichas, miserias y preocupaciones, así como tampoco al artífice de nuestras sonrisas, porque lo único que hay afuera señores es el más fiel reflejo de lo que tenemos dentro.
Ser consciente del espejo es entender que el otro no nos hace nada sino que nos muestra, y que todas las consecuencias son por obra de causales nuestras, así como todas las ganancias y pérdidas.
Y al fin cuando llega ese día en el que dejamos de lado al niño malcriado que corre a los brazos de “mamá justificaciones y argumentos varios” para calzarnos los pantalones largos, es que tomamos real dimensión de lo hipócritas, egoístas y agresivos que hemos sido con “todas” las personas que por nuestra vida han pasado.

8 de abril de 2018

Preguntas para mí


Estoy vestida de negro, no llevo los tacos puestos y mis uñas, pintadas de un blanco pálido, se igualan al color que hoy tiene mi cielo.
Hace unos meses me retiré del mundo y detuve la marcha. Mi cuerpo me estaba avisando, con todos los dolores de la carne, que algo no estaba viendo y que era por eso que mi alma no hallaba sosiego.
Sentada a la vera del camino me llamé a silencio y con una conciencia de la que recién ahora sé que soy capaz, observé hasta el mínimo detalle cada intrincado constructo mental.
Me llevó tiempo e infinita paciencia percibir y descorrer cada velo y, cuando al fin cayó al suelo el último de ellos, frente a mí pude ver a dos hombres, iguales en apariencia, pero completamente opuestos.
Uno de ellos era “el hombre que es”, el otro era “mi” dibujo, “mi” deseo, “mi” imaginación, “mi” sueño.
Hoy, lejos de aquella ceguera, lejos de estar dormida, lejos de la utopía, lejos de la expectativa que genera el estar afuera y más cerca de mí y de la empatía para con el otro, estoy en condiciones de decir que no se me había ocurrido pensar que la persona con la que dormía podía no ser como yo la veía.
Es tan sutil la trampa en la que caemos al no cuestionarnos lo que vemos que si la aplicáramos a todo afirmaríamos sin dudarlo que el sol no existe cuando está lloviendo.

19 de marzo de 2018

Minutos


Hoy tengo para decir que sigo con las botas puestas, que ya terminé el café y que entre los dedos tengo el segundo cigarrillo que acabo de prender.
Había empezado este relato diciendo que tenía poco tiempo, pero cuando lo releí mis dedos se paralizaron sobre el teclado como avisándome que había que revisarlo.
Convengamos que por una cuestión de orden el mundo se rige por horarios, pero el punto no es ese, el punto que hoy quiero señalar es que cuanto más cuenten los minutos, más les van a faltar y si a eso le suman para restar (nunca tan bien dicho) que cada segundo que pasa no vuelve y que cada tic tac los acerca irreversible e inexorable, al final, entonces y sólo entonces van a entender lo perversas que pueden resultar dos agujas, mirándolos divertidas e imparables, detrás de un cristal.


6 de marzo de 2018

Palabras


Languidece el último café del día y los tacos descansan después del corto caminar de la mañana.
Hay ruido en el mundo en el que estoy, pero adentro mío habita un hermoso y amable silencio que hoy me invita a la reflexión.
Siento que el medio siglo me paró frente a mí misma y me dio a entender que para no morir sin haber vivido tenía que deshilvanar con coherencia mi historia cambiando el eterno “porqué” por el “para qué” pasan las cosas.
Así fue como abrí una enorme caja de Pandora de la que no paran de salir a diario una variedad increíble de dioses y diablos que, a decir verdad, no tenía ni peregrina idea de haber coleccionado.
De ahí a hoy me cuestiono cada situación, cada palabra, cada lucha, cada lágrima, cada silencio y cada decisión.
El camino no es fácil, pero cuando veo que a cada paso que doy hay alguien cavando un abismo a mis pies me digo: “Por acá es”.

10 de febrero de 2018

Treinta y un años después


En el rincón de la mesa en donde armé mi refugio destaca una pluma que encontré en la puerta de casa el día que volví de despedir al último pichón que quedaba en el nido.
Me embarqué hace treinta y un años en esta maravillosa travesía, en la que como madre tuve que cuidar que no se cayeran por la borda mis tres tesoros mientras navegaba contracorriente más veces de las que recuerdo, y más tal vez de las que hubiera querido.
Infinidad de situaciones marcaron a fuego nuestro barco pero como capitán de la nave jamás dejé el timón ni permití que otro pusiera un dedo en él.
Hoy, a varios días de ver cómo desplegaba el último de mis hijos sus alas al sol y con lágrimas corriendo por mis mejillas puedo escribir que el ciclo se cerró.
Hoy nuestro barco vacío descansa tranquilo en la arena mientras yo, tranquila también, entiendo que nunca más volveremos a navegar en él.

29 de enero de 2018

Viento

Al mirar por ventana se me ocurrió una analogía rara, algo así como una especie de señalamiento amoroso en forma de parábola.
Hoy mi mirada y mi alerta no son las mismas, a diferencia de otros tiempos ambas reposan tranquilas en este vacío inalterable que me hace permeable a todo cuanto sucede, incluido este viento que hace meses que no ceja en su esfuerzo de pelearse con todo lo que acontece.
Sobre mis pasos silenciosos y pausados mi presencia se hace imperceptible y mis manos se vuelven tan ligeras que puedo sentir con ellas lo incoherentes, confusas y alteradas que están las ráfagas.
Retiro mis dedos.
Yo alguna vez también fui viento pero entendí con el paso del tiempo que soplar, gritar, luchar o especular porque “yo creo que así no debe ser” no cambia lo que “es”. Lo que “es” cambia sólo si yo me corro.


24 de enero de 2018

No supongo

El café está frío, el cenicero vacío y recién he escrito, en la hoja de papel que tengo al lado del teclado, que lo que hay afuera no es lo que me afecta, que lo que me afecta es cómo lo interpreto.
Hoy estoy en mi centro y como consecuencia me hallo lejos de cualquier interpretación por eso me puedo permitir una descripción “casi” objetiva de la situación.
Levanto la vista y veo que el ambiente es denso. No es malo, no es bueno, es denso.
No me aparto ni me escapo, sólo miro.
Siento que al estar libre de juicio no hay reacción porque no hay manera de que sea personal y al no darle identidad aparece ante mí “lo que es y lo que hay” en su exacto lugar.
Entonces reflexiono.
“Lo importante” de la vida es simple y sutil y no hay que ir a buscarlo porque pasa a cada instante. El error consiste en creer que debe ser algo grande.

12 de enero de 2018

Desandariego

Mis manos frías necesitan el calor de las letras para así definir lo que las inquieta.
Hoy una lejanía solitaria alborota mi alma y el agobio confundido me confirma que existen esos dichosos hilos de plata.
Los cuestionamientos quedaron en algún lado del pasado porque la calesita que otrora se había convertido en recta, hoy volvió a ser lo que era.
Siempre digo que no hay palabras para un montón de cosas y ésta es una de ellas.
La vida es un sutil contraste de eternos y contradictorios blancos y negros, feos y bellos, tristes y contentos, es por eso que no hay cuestionamientos y ahí me quedo. En este balance perfecto de complementarios opuestos.
Si hoy se me presenta un tiempo de tristezas lo acepto sin cuestionarlo, nunca se me ocurriría estrellarlo en el suelo porque sé que si lo hago estaría rompiendo la alegría que está exactamente del otro lado.


7 de enero de 2018

Querida culpa

Tan de cerca me ha tocado esta bizantina cuestión de la culpa que llegué a sentirla en mi cuerpo como miles de piquetes de un enfurecido enjambre de abejas.
Tuvo que pasar tiempo hasta que pude identificar a cada una por su nombre para proceder luego a acomodarlas en su sitio, reconociendo que durante este largo proceso cada acción, cada gesto y cada palabra lanzados sin conciencia alguna y sin tan siquiera la más mínima reflexión me permitieron recorrer mis abismos y atisbar los ajenos, algunos tan oscuros y densos que se me antojaron pozos hechos del más duro cemento.
Por eso hoy mi querida, con otra de esas sonrisas que me encantan dibujada en la cara y después de redescubrir la invulnerabilidad que surge de no sentir miedo, puedo decirte que estuviste así de cerca de arrastrarme con tus perversos métodos con el sólo objeto de doblegar mi espíritu guerrero, pero no pudiste, al final la realidad me mostró que no eras más que otro triste, absurdo e inútil concepto.


28 de diciembre de 2017

Ya entendí

Hoy es un día de esos en los que al llegar a casa siento que entre las mil espontaneidades que hubieron algo importante quedó por ahí traspapelado y me llama a encontrarlo.
Cuando me pasa esto mi historia indica que los tacos, igual que la ropa, tienen que volar y que yo tengo que enfrentarme, desnuda, al reflejo que me devuelve el espejo.
Y esto fue lo que literalmente hice. Dejé los tacos en el cajón y una a una me fui sacando de encima las horas del día.
Grande fue mi sorpresa cuando al mirarme desvestida nacieron de mi alma dos palabras, como si no fuera yo la que me hablaba, y que obraron la magia de mostrarme eso que me llamaba.
Jamás voy a olvidar aquella “mi cara”, ni ese par de “mis ojos”, ni esas dos “mis palabras” que sonaron tan pero tan categóricas que detuvieron para siempre cualquier impulso de volver a abrir la boca.
Me llevó muchos años entender que no sólo no hay manera de explicar lo inexplicable, sino que no estoy loca.
Hoy, después de este maravilloso día de puras espontaneidades lo único que puedo decir con convencimiento inexpugnable es que “ya entendí” era todo lo que mis oídos necesitaban escucharme decir.


14 de diciembre de 2017

Me confieso

Antes que nada aconsejo a todo aquel que se pasea por mis letras que no se tome literalmente todo lo que escribo porque estoy lejos de las palabras, lejos de la moralina absurda de los conceptos y cerca de los silencios.
Aclarado esto “confieso que he pecado” pero no se hagan ilusiones, no voy a contar nada escabroso, sólo que estuve ladrándole al árbol equivocado o tirándole piedras a un árbol sin frutos, como ustedes prefieran.
La cosa es que quise ayudar pero hete aquí que tras varios intentos fallidos se me dio por abrir los ojos y grande fue mi sorpresa cuando me vi a mí misma con el “tántrico quise” deslizándose cansado de entre mis dedos y encima parada sobre terreno ajeno.
Hoy confieso que mi pecado fue la incoherencia y que los “si hubiera” no cuentan.
Hoy la realidad me mostró el precio dolorosamente alto que cobra la incoherencia.

27 de octubre de 2017

Partida en dos

Hace como un mes que venía rondando mi cintura un suave pero persistente dolor que recién ayer me mostró su furia y me obligó a detener la marcha para estudiar qué pasó.
Demás está decir que los tacos están arrumbados en un cajón, el café corre a raudales y por mi cara cruza una mueca con cada movimiento de mi pierna que evidencia la falta de tino al haber ignorado el dolor cuando todavía era una pequeña advertencia.
Por eso decidí quedarme quieta. Sé que todo sigue funcionando, sé que no hay nada más importante para mí que yo misma.
Hoy siento que el dolor en mi cadera no es más que la consecuencia de haberme puesto, sin darme cuenta, en posición de defensa cuando sé que sin dos no hay pelea.
Hoy, como nunca, el dolor me hizo entender que uno de los  inconvenientes del orgullo es que nos vuelve vulnerables al ataque. Por eso entiendo que ceder no es perder, ceder es dejar de lado el orgullo y retirarse para no tener que juntar los pedazos después.

18 de octubre de 2017

Una mala pasada

El día se pinta gris, yo como siempre visto de negro, los tacos volaron cuando llegué y hace un rato me bañé, con la esperanza de calentar mi alma y apagar el infierno que escoce mi piel.
Hubieron cosas difíciles en mi vida, pero hay una en particular que no logro todavía acomodar.
Es una negrura insondable que me abraza y me ahoga negándome el aire, impidiéndome abrir los ojos y filtrándose en todo lo que logro.
Es mi talón de Aquiles, mi parte débil, el lugar en donde mi sendero se estrecha, se oscurece y se llena de espinas haciéndome imposible la subida.
Cuando llega y se muestra pierdo el centro, y en la caída siento cómo me devora hambrienta la tierra.
Hoy, acurrucada en un rincón de mi casa, hay una niña asustada que esconde entre sus rodillas mi cara.

13 de octubre de 2017

Resuena aquel eco (para mis padres)

El 13 de Julio de 2013 escribí Eco, relato que me permito volver a citar.

Entro. La casa está vacía. Paseo los espacios y no hay ladridos ni risas, sólo escucho el eco de mis pasos que confirman que los recuerdos no están escritos en un ladrillo, sino adentro de mis bolsillos.
La verdad es que no siento el dolor la partida, pero debe ser porque raramente me fui yendo sin irme con el cansancio de los días.
Hoy estoy sentada en “otra mi casa”, sola pero acompañada, tengo las piernas cruzadas y descansan sobre la mesa la taza de café vacía y el cenicero lleno de colillas. La luz que entra por los ventanales ilumina mis manos y la lluvia bendita toca monótona una melodía que hace que de a poco mi alma tullida vaya despertando de nuevo a la vida.

Se fueron hace unos días más de veinticinco años de historia
  y algo así como mil vueltas alrededor de la tierra
de pasos en la cocina.
Me llevo entre la ropa
las lágrimas de escuchar aletear fuera del nido a mis crías
las de ver partir para siempre a mis negros
y las de haber echado al río dos sortijas.
Se quedan en los rincones
los susurros de conversaciones dolorosas
la toma de duras decisiones estando sola
y las risas más hermosas de hasta acá esta historia.

Hoy la casa es la cáscara de la jugada más larga,
es la mitad de mi vida cerrada
y el jaque a la reina que tanto esperaba.

Pasó mucho tiempo desde aquel día, pero se me sigue cerrando la garganta cuando lo leo y sigo escuchando mis tacos en el piso de la cocina.
Hoy la historia es parecida, pero son mis padres los protagonistas.
La sensación es rara. Lágrimas, cansancio, sonrisas, un “al fin” esperado y un “ya está” asustado.
Tengo que pensar mucho las palabras, pero porque las sensaciones que tengo en el alma se mezclan igual que en el mar se mezclan la sal y el agua.
Quiero decirles a ellos que los entiendo y que hace mucho que los observo y otro tanto que los desmenuzo entre mis dedos.
Es por eso que hoy me tomo el atrevimiento de decirles que nada se ha perdido y, si me permiten, también quisiera contarles que la mente es una muchacha perversa que les va a mostrar sólo los recuerdos más lindos y va pintar de rosa los no tanto y, que si no tienen cuidado, este juego macabro va a matar sin compasión a este presente que tanto soñaron.

10 de octubre de 2017

Cambio

Cambiar es correrse de lugar y volver a enfocar sin interpretar.
Cambiar es de adentro y hacia adentro.
Cambiar es dejar de luchar. Es entender.
Cambiar es ser honesto con uno. Es no hacer juicio. Es no poner adjetivos.
Cambiar es darse cuenta de que el enemigo no está afuera.
Cambiar es despertar y darle lugar a la magia amorosa de la vida.
Cambiar es entender que la oportunidad de elegir es continua.
Cambiar es no confiar en la iglesia de la suerte ni el monasterio de la desgracia.
Cambiar no es decir “te entiendo pero no comparto” mientras en mi cabeza te sigo juzgando.
Cambiar no es cuestión de tiempos o “destiempos”.
Cambiar se instala en el presente siempre. No existe el “cambié” ni el “ya voy a cambiar.
Cambiar es perpetuo movimiento.
Cambiar vive en la libertad de los “quiero” y muere en la cárcel de los “debo”.
Cambiar es ir por el mundo desnudo de caretas.
Cambiar no es negociable.
Cambiar es coherencia.
Cambiar es un estallido, un disparo.
Cambiar no es un hecho en sí mismo, es una consecuencia.
Cambiar es elegir abrir las manos y soltar, porque si las cierro para que nada me lastime también las cierro a lo que me cura.
Cambiar no se explica, sucede. No se justifica, es.
Cambiar es saber que el dolor está pero que yo soy la que elige cómo lo vivo. Si con sufrimiento, rencor, ira, resentimiento, frustración, reproche y culpa o con sabiduría.
Cambiar es encender la luz en la habitación oscura del alma y tirar por la ventana todas las porquerías que estábamos guardando para resolver cuando llegara el cambio, o lo que es peor, para cuando los demás cambiaran.


25 de septiembre de 2017

Sueño

Anoche no pude conciliar el sueño y como si eso no fuera ya bastante perturbador, me visitaron unos amigos de terror.
Hace unos años escribía en la noche y entre las letras y el silencio de las estrellas, exorcizaba a los fantasmas que merodeaban mi aura.
Hoy mi vida cambió. No duermo cuando hay que dormir y escribo cuando el cielo recién parió al sol.
A veces logro la paz que lograba y a veces no. Hoy es un a veces no.
Los fantasmas que me visitaron tiñeron la noche oscura de infierno y no la pasé bien, tampoco me levanté y es que pensé que había más en el living esperándome y no quise arriesgar la poca presencia de ánimo que aún conservaban mis pies.
La mente es perversa, siempre lo he dicho y obstinada también. Sigue mostrándome cosas, a horas trasnochadas, que yo no quiero ver.
Aún así me pregunto, como lo hice alguna vez: ¿No será que en la noche oscura del alma es en donde se ven las cosas más claras?

22 de septiembre de 2017

Yo interpreto, tú interpretas

Este título surge a raíz de una conversación, por demás breve, con mi madre.
Para poner la cuestión en contexto les cuento que cuando oí su interpretación acerca de un relato que escribí hace poco no pude sino sonreír. Acto seguido quise explicarle, pero ella me dijo que no le dijera nada.
Pasaron ya un par de días de esta breve conversación y tal parece que las letras se quedaron enganchadas en mi ropa hasta que hace un rato, este hermoso silencio me puso frente al cuadro pero sólo para que lo viera, no para que lo interpretara.
Sigo sonriendo, como estos últimos días. La verdad es que afuera no está el enemigo. Afuera lo que hay es la oportunidad ilimitada de no quedarse detenido.

Dicen por ahí que existe un principio que resiste cualquier discusión y que mantiene inevitablemente al hombre dentro de una “sempiterna” ignorancia. Es el principio de despreciar, en lugar de intentar entender.


18 de septiembre de 2017

Identificación

Siempre pongo en palabras lo que siento, y esta vez no es la excepción, pero esta vez lo que siento es diferente y lo que me pasa frente a lo que siento me sorprende.
Mis manos están frías igual que el café, no llevo puestos los tacos y en el cenicero descansa el segundo cigarrillo que recién acabo de prender.
Afuera hay quietud, paz, sol y silencio. Adentro, y para mi asombro, igual.
Lo que estoy sintiendo en estos últimos tiempos pasa por mis tripas y se dibujó en un instante y como una intriga, en una sonrisa tranquila que nunca había visto en mí misma.
 Algo sacudió mi alma, algún viento trasnochado hizo que se me volaran anquilosados sustratos que estaban amarrados en los más recónditos rincones de mi carne y el golpe, lejos de descolocarme, no hizo más que despertarme.
La atención, antes puesta afuera, giró para enfrentarme y su mirada tranquila barrió todos los lastres que dormida yo no veía.
Partieron en estas horas tantas condenas como estrellas y se fueron también la incomodidad de la expectativa ajena, el temor que los cambios generan y el adoctrinamiento que yo creía que era correcto darle al resto.
En el camino recorrido quedan tendidos los cuerpos de mis miedos, de mis juicios, de mis largas justificaciones, de mis eternas explicaciones, de mis inamovibles razones.
También quedó por ahí esa caja de Pandora llena de nombres y caras, los fantasmas, los silencios, la bronca acumulada y ese aguantar con los dientes apretados porque ya va a pasar.
Sé que acá no termina y que faltará más, pero tengo espalda para capear el temporal y sé que la vida no me va a dar bocado que no pueda tragar.
Hoy estoy mirándome embelesada. Tuve que pasar por un millón de situaciones para al fin encontrarme y la mujer que ahora veo no es la misma de antes.
Y si tengo que poner en perspectiva lo que me pasó hace unas horas diría que esa sonrisa me la regaló la vida para que me despertara y me riera de mí misma.

4 de septiembre de 2017

Clavijas

Hoy me siento como una guitarra, de ahí el título de este relato. Y también porque no encontré otra cosa con qué asociar esta sensación constante de estar ajustando, si es que cabe la palabra, cosas que suenan desafinadas o que no suenan o que hacen ese, como le llamo yo, “ruido sordo” de algo que no está funcionando”.
Pero de todos esos acordes mal barajados el que más me escose es el ruido sordo. Ese que sé que está haciendo alboroto y levantando barro en el fondo de mi río pero que en la superficie no se nota. Ese mismo es el que hace que suene desafinada la orquesta y, si tengo que ser honesta, quisiera decir que me molesta.
Hoy particularmente siento que si ajusto las clavijas se rompen las cuerdas, razón por la cual he detenido mi paso para reflexionar y hacer esta catarsis con la hoja y no pecar con la boca.
La verdad es que estoy lejos de ser objetiva, tan lejos como ayer y me atrevo a decir que también como mañana. Tan lejos estoy que cometería la estupidez de detener toda la música y sólo porque una nota suena desafinada.
Pero lo poco de cordura que me queda, sumado al grito urgente, casi lacerante de mis tripas lograron enmudecer mis labios antes de que dijera una sarta de “insustancias” de las que sé que no tendría retorno, insisto, y sólo por esta nota que hace rato que suena desafinada.
Casi que hoy me desconozco, porque no es normal que me quede tranquila, no es normal que no me hierva la sangre, no es normal que no me quede mascando. Lo normal hubiera sido una calesita de explicaciones inconducentes que hoy logré detener justo al tiempo que me daba cuenta de que si estoy tan lejos de ser objetiva como para decidir con coherencia, lo mejor que podía hacer era no hacer nada.
Así como reconozco que soy una mujer que le da vueltas a las cosas hasta que las entiende, reconozco también que algunas llegan a un punto en donde me exceden, algo así como de “no retorno” y acepto que mi única alternativa es abrir las manos y dejar de luchar.
Hoy escuché otra vez el melodioso sonido que hace una cortina al cerrarse después de chirriar un tiempo que me pareció interminable.  


29 de agosto de 2017

Ahora

Subida a mis amados tacos, vestida de negro y envuelta en el silencio más amoroso decidí fumarme las últimas horas del último agosto de mis queridos cincuenta años.
Cada pitada que le doy a esta parte de mi vida convierte en humo lo que creí que sólo se me había escapado y que podía volver a tener.
Cada pitada se lleva un pedazo de la mujer que fui hasta hoy y me deja frente a una mujer distinta, desconocida e infinitamente más sensible a la que recién tengo el gusto de conocer.
Hoy me estoy fumando los molinos de viento contra los estuve luchando como un quijote histérico y hasta bizarro.
Hoy, literalmente, me estoy fumando, parada sobre mis tacos y con uñas pintadas de blanco, la resistencia a envejecer con garbo.