Un té me acompaña esta noche, y también un cigarro que se acaba de ir en la oscuridad helada de mi ventana, y cómo no, el legendario pijama negro y las uñas perfectamente blancas.
Los años le agregaron anteojos a mi cara, y algunas arrugas y también una ansiedad que voy acompañando con el paciente trabajo de las palabras que me dicta el alma.
Pasan rápido los días, y también pasan rápido los años, y para variar renací otra vez de mis cenizas, aunque ahora sé que no será la última, como pensé en las demás ocasiones.
Ahora todo se me antoja diferente y también conocido, como si ya lo hubiera vivido, tal vez porque lo viví imaginando y hoy lo tengo entre las manos.
No sé de qué va la cosa, creo que imaginé algo estático y sin embargo acá estoy, subida a unos tacos invisibles, con los anteojos puestos, las manos arrugadas, una sonrisa extasiada en los labios y cabalgando una ansiedad casi domada que a veces corcovea y me despeina el alma.
Acá estoy. Distinta. Igual. Sola. Inconclusa. Interrogante. Monosilábica. Incrédula y rebelde como nunca. Con terrores que solo se atreven a asaltarme en la noche cuando estoy dormida, y sueños que aparecen y me hipnotizan durante el día.
Entendí que esto nunca se termina, por fin lo entendí y por eso perdí el miedo. Hoy sé que nada es como me lo contaron.
Soy aquella que fui y soy ésta y, cuando por alguna razón, caigo en el bucle eterno de pensamientos inconexos y sinsentidos, respiro, y respiro, y sigo respirando.
Cambio, mi vida es un eterno cambio. Mi lucha siempre fue parar ese movimiento perpetuo, pero no lo logré, no pude, no se puede, y tuve que entenderlo porque no podía seguir peleando, no quería.
Y es que la pelea es densa, es oscura, es pesada, es un drenaje constante de energía. No pelear no fue rendirme, no pelear fue inteligente de mi parte. No pelear significó estos resultados.
Perdí el miedo, como dije antes, y se abrieron un montón de puertas y encontré que los secretos no tienen sentido y descubrí que la libertad de no tenerlos, no tiene precio.
Me pintaron una realidad que no existe, y a pesar de saberlo desde que nací, lo creí, y en mi inocencia hasta puse mis pinceladas. Eso se terminó hace tiempo, no hay tal cuadro, no hay tal realidad, las cosas no son como dice cualquier trasnochado. Las cosas son como yo las veo, como yo las siento, como a mí me pasan, como a mí me pesan.
No sé si hay aprendizajes, sí sé que la vida es un millón de caminos que jamás se repiten.
Hay un hermoso silencio en casa y también rico perfume, nada desentona, nada desafina, nada molesta, aun así el desafío es constante, como es constante el remanso.
Sepan que no hay nada afuera, todo está adentro y eso me costó entenderlo, y llegó. Llegó hace un tiempo, en esa epifanía maravillosa, ese día en el que supe que afuera es toda una puesta en escena y que adentro mío estaba en casa.
Pasé años sacando cosas de una caja de Pandora que jamás iba a vaciar, de la que jamás iban a terminar de salir cuestiones que acomodar. Más de cincuenta años haciendo ese titánico trabajo hasta terminar agotada, y solo para darme cuenta de que todo era un gran circo y que tenía que dejar de aplaudir a los payasos.
Después del salto se detuvo el mundo y hasta no hace mucho no supe en dónde pararme. Toda una vida de vueltas me habían dejado chamuscada, confundida, mareada y asustada.
Reconozco que aun hoy, hay momentos en los que la dinámica de la rueda me atrae como un imán, pero ya no me subo al desquicio.
No soy como todos, creo que nadie lo es, pero hoy yo lo sé.
No hay errores ni aciertos, siempre lo digo. Tampoco hay eso de que “las cosas pasan para que aprendas”, porque jamás se repite lo que pasa, así que dejemos de romantizar estupideces.
Mi rebeldía es no creer y no repetir lo que se dice por ahí por más que salga en la organización más prestigiosa del mundo o la diga un maestro zen o baje el mismo dios a contármela, no señores, ya pasé por ahí y la única verdad es la que yo me digo.
No confío y no creo en nada y en nadie, no comulgo con ese tipo de comodidad.
Hay por ahí alguna cosa romántica con esto de aprender de los errores y no sé cuánta historia. De agradecerle al que me lastimó porque gracias a eso me di cuenta de lo que estaba haciendo o de mi error o de lo que sea. ¡No! Les juro que lo que duele, duele y punto. Y todas las veces que me dolió yo solo esperaba que pasara.
Las cosas son simples, la vida es simple.
Los problemas son una construcción de la mente, en la realidad no están, yo les juro que no están porque los busqué y nunca los encontré.
Es esto o lo otro, es izquierda o derecha, es blanco o negro, es arriba o abajo, es simple, sé que es simple.
Hay opciones y hay elecciones y hay resultados de esas elecciones. No es malo ni bueno, lindo ni feo. Es lo que es y siempre tuve la oportunidad de quedarme o irme.
Muchas cosas me gustaron y muchas no y nada, de todo lo que viví estos cincuenta y ocho años, se volvió a repetir. Ninguna sonrisa, ninguna lágrima, ningún dolor de estómago, ninguna sensación, ningún vacío ni ninguna plenitud pasó por el mismo motivo.
Si me preguntaran qué aprendí en estos años les diría que no lo sé. Lo único que sé es que viví una infinitud de cosas, que reí y también que sufrí. Que todo lo que vino se fue y que un segundo jamás fue igual a otro.
No hay nada que corregir en mí y nunca lo hubo, nací perfecta y sigo siendo perfecta.
Tampoco tengo que seguir ningún camino, ni vestirme de una forma concreta, ni comer a horarios estipulados, ni callar lo que pienso o siento, ni estar o no estar con alguien. Tampoco tengo que querer a determinadas personas porque una ley universal dice que así debe ser. Ni tolerar ideas estúpidas ni aceptar que la historia es como está escrita en los libros o que la tierra es redonda y que el hombre llegó un día a la Luna. No, no creo nada. Yo no fui a la Luna, ni vi desde otro planeta a la Tierra, ni viví la historia ni nada de todo eso que se cuenta por ahí.
Me niego a aceptar algo solo porque otro lo dice, siempre me negué y siempre cuestioné, solo que ahora lo digo porque ya nada me asusta.
A fin de cuentas yo no sé para qué estoy acá, ni porqué vine, ni de dónde, ni para qué. Y si me permiten y se animan al vértigo, ustedes tampoco.
Leo desde que abrí los ojos y entre párrafo y párrafo la pluma de mi alma va intercalando palabras y voy desvariando entre amores y odios, entre la vida y la muerte y entre dioses y diablos para llegar al fin a entender que lo importante está en el espacio que hay entre esta palabra y esta otra.
26 de agosto de 2025
9 de agosto de 2025
La vida misma
Hace meses que estoy ausente y, aunque las letras sean mi cotidiano, nada de eso que he escrito puede ser mostrado.
Lo que sí puedo contar es que pasa la vida misma, con sus subidas y sus bajadas y con más silencios que palabras, silencios que por otro lado me mostraron que estaba peleando otra de esas guerras que jamás iba a ganar.
Para resumir, entendí que en mí no hay nada “errado, fallado o defectuoso” de nacimiento, nada, absolutamente nada. Tampoco tengo que parecerme a ustedes, o a todos, o a alguien, ni quedar bien, ni ninguna de esas estupideces.
Desde siempre he tratado de encajar, porque eso se me dijo, y en ese sinsentido anduve a contramano de mí misma, llena de miedo a quedarme sola, a no ser querida, a no ser aceptada. Sometida a una voluntad que parece estar en todos lados, pero que en realidad no existe en ninguno, intentando caber en un molde rancio y desdibujado, sacando esto y aquello, corrigiendo lo otro, callando mi voz y lo que es peor, tratando de cambiar a la fuerza mi hermosa esencia.
Pero eso no sucedió, así que lo siento señores, conmigo no pudieron armar ese Frankenstein, y ahora ya es tarde.
Lo que sí puedo contar es que pasa la vida misma, con sus subidas y sus bajadas y con más silencios que palabras, silencios que por otro lado me mostraron que estaba peleando otra de esas guerras que jamás iba a ganar.
Para resumir, entendí que en mí no hay nada “errado, fallado o defectuoso” de nacimiento, nada, absolutamente nada. Tampoco tengo que parecerme a ustedes, o a todos, o a alguien, ni quedar bien, ni ninguna de esas estupideces.
Desde siempre he tratado de encajar, porque eso se me dijo, y en ese sinsentido anduve a contramano de mí misma, llena de miedo a quedarme sola, a no ser querida, a no ser aceptada. Sometida a una voluntad que parece estar en todos lados, pero que en realidad no existe en ninguno, intentando caber en un molde rancio y desdibujado, sacando esto y aquello, corrigiendo lo otro, callando mi voz y lo que es peor, tratando de cambiar a la fuerza mi hermosa esencia.
Pero eso no sucedió, así que lo siento señores, conmigo no pudieron armar ese Frankenstein, y ahora ya es tarde.
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Desatando la locura
1 de mayo de 2025
Un placer
Casi las cinco de la tarde, atuendo negro y uñas haciendo juego. Afuera llueve con una placidez apenas audible, adentro hay silencio, paz, sosiego y perfume a café recién hecho.
Llevo un tiempo alejada de las miradas, aunque no así de las letras, que demás está decir, son el oxígeno de mi alma.
Hace un rato pensaba en los cincuenta y ocho que cumplí en diciembre y se me dio por darle la espalda durante un rato a lo que viene y, acodada en la barandilla, ponerme de frente a toda el agua que pasó bajo el puente.
En mis labios se dibuja una sonrisa.
Un placer conocerme.
Llevo un tiempo alejada de las miradas, aunque no así de las letras, que demás está decir, son el oxígeno de mi alma.
Hace un rato pensaba en los cincuenta y ocho que cumplí en diciembre y se me dio por darle la espalda durante un rato a lo que viene y, acodada en la barandilla, ponerme de frente a toda el agua que pasó bajo el puente.
En mis labios se dibuja una sonrisa.
Un placer conocerme.
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